sábado, 25 de octubre de 2014

Pie Grande

El Pie Grande es una criatura mitológica de aspecto simiesco que habitaría los bosques, principalmente en la región del noroeste del Pacífico en América del Norte

Descripción

Los testigos indican características no siempre similares, pero la descripción más habitual es la de una gran criatura simiesca bípeda, normalmente de una altura de 1.83 m a 2.13 m de aproximadamente 160kg con amplios hombros y estructura robusta. La cabeza es pequeña, puntiaguda y baja; en ocasiones, se habla de una cresta en la parte superior del cráneo. Los ojos se describen generalmente como pequeños y ocultos bajo una frente pronunciada. A excepción de la cara, manos y pies, una fina capa de pelo cubre su cuerpo, de color normalmente marrón o negro, aunque tiende a ser rojizo, arenisco o con brillos plateados.

Historia

Hasta hace 56 años, circulaban por la costa pacífica de Norteamérica leyendas indígenas sobre la existencia de un hombre salvaje similares a las de otras partes del mundo. Nada más. Nadie hablaba de un homínido de pie grande; eso quiere decir bigfoot. 
Este ser salió por primera vez del bosque el 27 de agosto de 1958. Jerry Crew, un conductor de excavadoras que trabajaba para Ray Wallace en las obras de una carretera en el condado californiano de Humboldt, descubrió aquella mañana huellas de grandes pies desnudos cerca de su excavadora. Alterado y creyendo que alguien quería tomarle el pelo, informó a Wilbur Wallace, capataz de la obra y hermano del contratista. 
El 21 de septiembre, la esposa de uno de los trabajadores mandó una carta a Andrew Genzoli, columnista de The Humboldt Times, el periódico de Eureka, contándole la historia de las misteriosas huellas. El 3 de octubre, Crew sacó moldes de nuevas huellas que habían aparecido junto a su vehículo de trabajo y, dos días después, The Humboldt Times publicaba en su portada una foto del trabajador con el molde y un artículo de Genzoli en el que bautizaba a la criatura autora de las huellas como bigfoot. 
La del 27 de agosto de 1958 fue la primera de una larga lista de apariciones en las que el homínido de los bosques de Norteamérica ha demostrado la misma habilidad para evitar ser retratado con nitidez que el yeti y el monstruo del lago Ness. Sin embargo, Ray Wallace acumuló a lo largo de su vida gran número de fotos, películas y grabaciones sonoras de la criatura obtenidas por él mismo, que hicieron sospechar a algunos. Pero no a los cazadores de monstruos, a quienes, en mayo de 1978, el constructor explicaba: “Los bigfoot son personas, tienen su lenguaje”. “Recurría a varias personas para las películas”, explicaba Michael Wallace en 2002. El hijo del constructor añadía que su madre le confesó que había posado en sesiones fotográficas disfrazada de bigfoot. 
El vaquero de rodeos Roger Patterson consiguió en 1967 la que se ha considerado la mejor prueba de que algo se oculta en la espesura de Norteamérica: una película en la que un ser de apariencia simiesca escapa de la cámara cerca de Bluff Creek, en California. Wallace, quien cooperó siempre con los cazadores de monstruos, había indicado al vaquero dónde tenía que ir para ver al bigfoot. “Ray me dijo que la película de Patterson era un engaño y que sabía quién estaba dentro del disfraz”, aseguraba Chorvinsky hace doce años. Aunque los escépticos la consideraron fraudulenta desde el principio, los criptozoólogos han defendido la autenticidad de la grabación a capa y espada duranet décadas. En 2004, el periodista Greg Long identificó al ser humano que se ocultaba bajo el disfraz: era Bob Heironimus, un trabajador de Pepsi a quien Patterson había prometido por su interpretación mil dólares que nunca pagó. 
Dale Lee Wallace, sobrino del contratista, guarda todavía las plantillas de madera que, atadas a la suela de las botas, empleó Ray Wallace para imprimir las grandes huellas en 1958.

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