domingo, 26 de octubre de 2014

Mapinguarí

Mapinguarí es el nombre de una mítica criatura de la mitología del Amazonas perteneciente a BrasilBoliviaColombia y Perú.

Descripción


Emite un olor nauseabundo y ha sido divisado por numerosos nativos y cazadores
Con dos metros de altura y un abundante pelaje rojizo, el mapinguari se ha convertido en una leyenda de la selva brasileña.
Tiene el aspecto de un hombre alto, una extraña boca a la altura del abdomen y un pestilente olor, que hace perder el conocimiento a todo aquel que se convierte en inopinado testigo de su paso. También dicen que posee enormes garras y que emite un alarido lastimero, semejante al de un cristiano gritando de dolor.

Historia

desde 1993 la historia del mapinguari ha sufrido una interesante variación interpretativa.
En aquel año, el ornitólogo norteamericano graduado en Harvard, David Oren, publicó un discutido artículo en una revista científica en el que sostenía que el mapinguari no era otra cosa que un perezoso gigante terrestre, sobreviviente a la extinción de su especie, ocurrida hace por lo menos 10.000 años. Desde ese momento, el mapinguari pasó de lleno al discutido campo de la criptozoología, en un intento por convertir a la leyenda en una supuesta realidad científica.
El artículo del doctor Oren produjo una terrible conmoción dentro del ámbito de la biología animal y no fueron pocos los que esbozaron irónicas sonrisas de desaprobación y burla.
Oren, que trabaja desde hace años en el Museo Emilio Goeldi de la ciudad de Belén, en el estado brasileño de Pará, en la desembocadura misma del Amazonas, ha realizado un sinnúmero de expediciones por las selvas del noreste del país, buscando testimonios y relatos de testigos de primera mano. Hasta el momento, ha recolectado casi un centenar de avistamientos y pretende continuar con sus viajes de búsqueda, con el objetivo último de hallar restos materiales de semejante animal.
La obsesión de Oren empezó en 1985 cuando un amigo le contó sobre un buscador de oro que se había encontrado con el monstruo. La descripción que obtuviera de aquel relato lo convenció de que el mapinguari podía ser un perezoso gigante terrestre. La idea se le enquistó en la mente y desde entonces, David Oren sale periódicamente tras la huellas del elusivo animal.
Oren sugiere que las descripciones del folclore están cargadas de datos falsos o malas interpretaciones. El hecho de que el mapinguari haya sido caracterizado con un solo ojo en la frente y una boca a la altura del abdomen, no hace más que probar la suposición del zoólogo. Él afirma que la supuesta boca no es otra cosa que una glándula que funcionaría como un mecanismo de defensa, por medio de la cual el animal emitiría su insoportable olor, al modo de los zorrinos. En cuanto al misterioso ojo, cree que se debe a una mala observación por parte de los testigos.
Los perezosos gigantes terrestres habitaron el planeta desde hace unos 30 millones de años, extinguiéndose hace 11.000 y 8.500 años. La teorías más aceptadas concuerdan en decir que los perezosos gigantes cayeron víctimas de la caza indiscriminada practicada por el hombre cazador. Su área de dispersión era amplia, encontrando fósiles de estos animales en Patagonia, Estados Unidos y regiones tropicales de América.
Según Bernard Heuvelmans:
"Desde el Mioceno hasta el final del Pleistoceno e incluso en los principios de la época actual, los perezosos gigantes han emigrado hacia el norte y han ido ganando así, sucesivamente, el Uruguay, Brasil, Bolivia, luego Colombia, los países de América Central y México, e incluso una parte de los estados unidos, donde se han hallado algunas de sus osamentas.
(...)Los perezosos gigantes, ante las matanzas y persecuciones de que eran objeto por parte de los indios nómades de las pampas, debieron irse replegando gradualmente, al igual que el jaguar, hacia las selvas vírgenes tropicales que les ofrecían un refugio seguro y una tranquilidad, por tanto, muy considerable. (...)Algunas hordas o rebaños acabarían finalmente por alcanzar América del Norte. (...)Pero en aquellas verdes praderas aparecieron muy pronto otros indios que acometieron también la tarea de exterminarlos.
(...)No cabe discusión en el motivo de su exterminio: no podemos atribuir tal desaparición a ningún cambio geológico ni a fenómenos climatológicos. (...)Su exterminio fue llevado a cabo por obra de la glotonería humana y de la costumbre.
Otros muchos especímenes debieron salvarse de tales ataques y de la continua persecución, por el sistema de retirarse a las selvas del Amazonas y a la región boscosa de los Andes, donde rara vez el hombre osaba penetrar. Y allí, en medio de tan inextricables regiones hallarían un refugio cierto, puesto que las fieras feroces tampoco podrían nada contra aquellos seres protegidos tan eficazmente por sus óseas armaduras".
Acaso, ¿no podría ser el mapinguari, tal como lo afirma Oren, un perezoso gigante terrestre que, aprovechando su aislamiento, logró mantener su especie a salvo a lo largo de los últimos diez mil años, sin ser visto?
Las descripciones concuerdan notablemente con el animal.
De ser así, nos encontraríamos ante el mamífero terrestre más grande de Sudamérica. ¿O con la eterna persistencia de un mito arquetípico —el de la alteridad—, que se niega a convertir al planeta en el mundo "acabado" que es para muchos?
La posibilidad de que la "virginidad" aún exista (en ciertos parajes aislados, claro), y que los "Mundos Perdidos" —estilo Arthur Conan Doyle— sean dables de encontrar, mantienen viva la veta romántica y soñadora, efervescente y muchas veces maniquea, de algunos hombres contemporáneos.
Es probable que David Oren sea uno de ellos y que esté persiguiendo una quimera; un sueño que nos hable más de él mismo que de una ignota fauna pleistocénica residual. De todas maneras, creo que es un error adoptar la estrategia perezosa del Mapinguarí , durmiendo o escondiendo las decenas de posibilidades que la cuenca del Amazonas aún conserva (¿o no?) para todos aquellos que todavía tenemos, en algún rincón de nuestra mente analítica, una mirada asombrada del mundo.

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